Luis Torres Albarrán
De aquella legendaria clase de matemáticas que marcara el inicio de transmisiones de Canal Once –el 2 de marzo de 1959– han trascurrido ya 50 años, de los cuales, los últimos 20 bien pueden considerarse los de la consolidación de la televisora del Instituto Politécnico Nacional como el medio público más importante de México.
Las administraciones de Alejandra Lajous (1991-1994/1995-2000) y Julio Di-Bella (2001-2007) no sólo sortean las dificultades técnicas que hacían prácticamente imposible sintonizar el canal aun en la ciudad de México, sino que concretan una reorganización administrativo-financiera que permite optimizar los recursos de la emisora, crear un sello propio para su pantalla y llevar sus contenidos a casi cualquier localidad de la República, EU, Canadá y buena parte de América Latina.
De cara al primero de sus próximos 50 años, Canal Once enfrenta una serie de retos –que van desde la conclusión del proyecto de conversión digital hasta la consecución de una personalidad jurídica plena, sin descuidar, por supuesto, la calidad de su programación–, de la mano de Fernando Sariñana, de oficio cineasta, con experiencia en televisión, si acaso, a través de la publicidad y el videoclip.
El estilo Canal OnceEl primer problema que enfrenta Alejandra Lajous cuando llega a dirigir Canal Once es descubrir que el gobierno había decidido quitarle su transmisor a la emisora desde los días de la revuelta del 68, por temor a que por medio de su señal se ventilarán las ideas de los estudiantes:
“Para rescatar para Canal Once y para el Politécnico su transmisor se requirió de un decreto presidencial: con el apoyo del presidente Carlos Salinas de Gortari de una manera extraordinariamente expedita logramos ese decreto”.
Una vez recuperado el transmisor –que hasta entonces había estado bajo resguardo de Imevisión, en ese momento a punto de convertirse en lo que hoy es TV Azteca–, Lajous emprende una profunda limpieza de la emisora, a fin de resolver los graves problemas administrativo-financieros en que estaba sumida:
Nuevamente, con el apoyo de Salinas de Gortari, sus gestiones logran de parte de Hacienda la denominación “Unidad Responsable”, lo que permitiría una directa asignación de recursos para Canal Once vía presupuesto del Politécnico –que más adelante se verían complementados gracias al Fideicomiso de Apo-yo a Canal Once, también instrumentado durante su administración–, así como la posibilidad de reorganizar al personal bajo su mando.
En la que ella misma considera una de las negociaciones más complicadas al frente de la televisora del IPN, Alejandra Lajous decide reducir la plantilla labora de mil 350 a tan sólo 450 empleados:
“Fue un proceso largo, complejo e inclusive, diría yo, riesgoso (...) Si eso salía mal, desde luego que yo me iba (...) Fue una reducción drástica, la mitad del personal, pero logré conservar el presupuesto; entonces, los que se quedaron pudieron recibir salarios, si no gloriosos, por lo menos dignos”.
Concluida la transformación administrativa de la emisora, es por fin el momento de ocuparse de lleno de los contenidos de la pantalla de Canal Once. Luego de visitas a televisoras públicas de diferentes ciudades del mundo, Lajous –que entonces se perfilaba a su segundo período como directora general– cae en la cuenta de que lo primero era definir lo que ella denomina el estilo Canal Once:
“Decidí ubicar a Canal Once en el espectro más accesible de lo que podemos denominar cultura (...) Le metí mucha ilusión y mucho gusto: el área que se desarrolló para niños; los primeros documentales sobre naturaleza hechos por Fabricio Feduchy; entramos con lo de cocina, programas de viajes; modificamos la barra matutina dedicada a las amas de casa con Diálogos en confianza; logramos, bajo la dirección de Sergio Uzeta, un noticiario sobrio, concreto, objetivo.
“El conjunto significativo fue conformar un estilo y unir, amalgamar ese estilo también con una imagen visual de Canal Once (...) Teníamos que transformar la programación, pero también la imagen: rediseñamos el logo, todos los promocionales (...) Esos fueron grandes cambios que crearon un estilo”.
Estilo que, de cara a los desafíos que representa la llegada del nuevo milenio, la administración de Julio Di-Bella no tiene empacho en usufructuar, con la pretensión de hacer de Canal Once la referencia por antonomasia en el ámbito de los medios públicos de México y América Latina.
Orgullo... pero también frustraciónA decir de Julio Di-Bella, cinco son los grandes legados de su administración: la utilización racional y transparente de los recursos propios y autogenerados; el avance en el proyecto de convergencia digital; la consolidación de sus noticiarios como espacios plurales e incluyentes; la certificación en ISO 9000 de todos los procesos del canal, y la amplia rentabilidad social de su programación.
De estos cinco, puede que el segundo sea el que le represente mayor orgullo y satisfacción, luego de casi siete años al frente de la emisora del Politécnico:
“Me tocó impulsar el proyecto de convergencia tecnológica: entregué el canal con 80% de avance en digitalización, con nuevas estaciones repetidoras en el país –las cuales incrementaron la cobertura– y también con una renovación del control maestro de transmisión; la conversión del cerro del Chiquihuite y su instalación del transmisor, el inicio y puesta en marcha del transmisor digital y, finalmente, la reconversión de cabinas y salas de edición y post-producción”.
Son, precisamente, la posibilidad de transformar las instalaciones del Chiquihuite y el compromiso de avanzar en el proceso de convergencia digital dos de las tres razones por las que Di-Bella acepta la ratificación como director general de Canal Once de parte del presidente Felipe Calderón hacia finales de 2006. La otra: la voluntad de insistir en la creación de medios públicos, que no oficiales, consistentes y fuertes.
Paradójicamente, esa misma voluntad le llevaría a renunciar al cargo menos de un año después para, en octubre de 2007, incorporarse como secretario técnico del grupo plural del Senado para la reforma legislativa en materia de radio y televisión.
Parece una buena oportunidad de lograr un avance significativo en la batalla por consolidar la figura de los medios públicos; al final, sólo le quedaría una gran frustración:
“Mucha gente me pregunta cómo era que dejaba, estando ratificado, la dirección del canal. Estoy convencido de que la ley se requiere. Sé y asumo la parte que me corresponde a mí en la parte de si salió o no salió la ley...
“Me he quejado diez años de que no hay una (reforma a la) ley de radio y televisión. Como director de Canal Once, sin esa reforma, a mi juicio, no tenía mucho más que aportarle a la televisora; no tenía el Estado mexicano, el país, el tema en sus prioridades: ¿a qué me quedaba? (...) Mi aspiración era convertir a Canal Once en la tercera cadena de televisión –pública– del país. No lo iba a lograr mientras no hubiese reforma”.
Hacia nuestro centenarioAun cuando la corrección política les impone abstenerse de emitir opinión alguna respecto del primer año de Fernando Sariñana al frente de Canal Once, tanto Alejandra Lajous como Julio Di-Bella aceptan enumerar los que, a su juicio, se perfilan como los desafíos que la emisora del IPN deberá atender de manera prioritaria en caso de que quiera llegar a festejar otros 50 años de transmisiones.
Para Lajous, la clave está en que el canal conserve la lealtad a su vocación de servicio público; para Di-Bella, el acento está en el avance tecnológico, sin por ello dejar de considerar el mismo punto que su antecesora.
En el punto en que ambos coinciden casi hasta en los mismos términos –en vísperas del lanzamiento de la primera batería de estrenos de la administración Sariñana, hacia mediados de marzo– es en el de señalar el riesgo de ceder a la tentación de imitar a las televisoras comerciales: por esa senda, advierten, Canal Once perdería su razón de ser al grado de, inevitablemente, despeñarse al fracaso.
Hay prioridadesFernando Sariñana –dice su currículo disponible en la página Web de Canal Once– empieza a estudiar economía en la Unitec, pero finalmente obtiene la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la UAM-Xochimilco, así como una maestría en cine y televisión y un diplomado en administración de empresas, dirigido al área de entretenimiento, en la Universidad de Los Angeles, California.
Luego de su debut como director y guionista de largometrajes en 1994 con Hasta morir, de 1999 a 2005, produce y dirige cintas tan desiguales como Todo el poder, Atlético San Pancho, Ciudades oscuras –de lo más rescatable de su carrera, oficialmente seleccionada en festivales como los de Chicago, Munich, La Habana y San Sebastián–, Amarte duele, y Niñas mal, entre otras.
Es a este hombre –cineasta comercial de mediano cartel– a quien el presidente Felipe Calderón le invita a hacerse cargo de la dirección general de Canal Once durante su sexenio, cargo que asume oficialmente el 21 de enero de 2008, con un discurso de apenas 15 minutos en el que se compromete a trabajar para que la emisora del IPN siga cumpliendo su misión de “generar y transmitir contenidos que impulsen y fomenten el desarrollo humano”, a fin de llegar a ser “el medio de comunicación público más importante de México, líder en la generación y transmisión de contenidos educativos y culturales de habla hispana”.
Es a este hombre –quien una semana después de su toma de posesión reconocería carecer de programa de trabajo para su nueva encomienda (Proceso 1631/3 de febrero de 2008)– a quien etcétera busca para conocer cuáles y de qué tipo serán las producciones mediante las que buscará que Canal Once siga siendo un espacio para el debate respetuoso y la reflexión; qué estrategia seguirá para aprovechar al máximo los recursos de la emisora, que para 2009 ha recibido un presupuesto de casi de 530 millones de pesos, según información disponible en la página Web de la secretaría de Hacienda; cómo encabezará la batalla para lograr el soporte jurídico que permita la permanencia y el fortalecimiento del canal.Es a este hombre a quien Erika Zapata, directora de Enlace (¿?) de Canal Once, niega –muy probablemente por instrucciones de mandos superiores– cuando no con el argumento de que “el maestro está de viaje”, con el de que la posibilidad de que se concrete la entrevista es prácticamente nula, porque toda la atención está puesta en la organización del festejo del 50 aniversario para mediados de marzo, para luego prometer ver qué se puede hacer y, sin mayor problema, dejar que pasen los días y no volverse a comunicar.
Con gente que tiene así de claras sus prioridades, ¿tendrán los televidentes de Canal Once razones de ver-dad para celebrar un año más –el del cincuentenario– y esperar con ilusión los que están por venir?
Hacer más, ¿con menos?En prácticamente cada una de las entrevistas que concedió durante su gestión al frente de Canal Once, Julio Di-Bella se ufanó de haber impulsado una utilización de recursos “racional”; pero, sobre todo, de “hacer más con menos” a través de los recursos propios y los autogenerados. Lo curioso es que, por lo menos de 2001 a 2006, el presupuesto autorizado para la emisora del IPN... ¡registró incrementos año con año!
Año Presupuesto autorizado2001: 173 millones 409 mil 300 pesos2002: 186 millones 950 mil 600 pesos2003: 196 millones 689 mil 600 pesos2004: 222 millones 377 mil 100 pesos2005: 238 millones 466 mil 700 pesos2006: 270 millones 811 mil 500 pesos2007: 220 millones 656 mil 853 pesos
LTA(con información de Once TV Informe 2006 y www.shcp.gob.mx)
De aquella legendaria clase de matemáticas que marcara el inicio de transmisiones de Canal Once –el 2 de marzo de 1959– han trascurrido ya 50 años, de los cuales, los últimos 20 bien pueden considerarse los de la consolidación de la televisora del Instituto Politécnico Nacional como el medio público más importante de México.
Las administraciones de Alejandra Lajous (1991-1994/1995-2000) y Julio Di-Bella (2001-2007) no sólo sortean las dificultades técnicas que hacían prácticamente imposible sintonizar el canal aun en la ciudad de México, sino que concretan una reorganización administrativo-financiera que permite optimizar los recursos de la emisora, crear un sello propio para su pantalla y llevar sus contenidos a casi cualquier localidad de la República, EU, Canadá y buena parte de América Latina.
De cara al primero de sus próximos 50 años, Canal Once enfrenta una serie de retos –que van desde la conclusión del proyecto de conversión digital hasta la consecución de una personalidad jurídica plena, sin descuidar, por supuesto, la calidad de su programación–, de la mano de Fernando Sariñana, de oficio cineasta, con experiencia en televisión, si acaso, a través de la publicidad y el videoclip.
El estilo Canal OnceEl primer problema que enfrenta Alejandra Lajous cuando llega a dirigir Canal Once es descubrir que el gobierno había decidido quitarle su transmisor a la emisora desde los días de la revuelta del 68, por temor a que por medio de su señal se ventilarán las ideas de los estudiantes:
“Para rescatar para Canal Once y para el Politécnico su transmisor se requirió de un decreto presidencial: con el apoyo del presidente Carlos Salinas de Gortari de una manera extraordinariamente expedita logramos ese decreto”.
Una vez recuperado el transmisor –que hasta entonces había estado bajo resguardo de Imevisión, en ese momento a punto de convertirse en lo que hoy es TV Azteca–, Lajous emprende una profunda limpieza de la emisora, a fin de resolver los graves problemas administrativo-financieros en que estaba sumida:
Nuevamente, con el apoyo de Salinas de Gortari, sus gestiones logran de parte de Hacienda la denominación “Unidad Responsable”, lo que permitiría una directa asignación de recursos para Canal Once vía presupuesto del Politécnico –que más adelante se verían complementados gracias al Fideicomiso de Apo-yo a Canal Once, también instrumentado durante su administración–, así como la posibilidad de reorganizar al personal bajo su mando.
En la que ella misma considera una de las negociaciones más complicadas al frente de la televisora del IPN, Alejandra Lajous decide reducir la plantilla labora de mil 350 a tan sólo 450 empleados:
“Fue un proceso largo, complejo e inclusive, diría yo, riesgoso (...) Si eso salía mal, desde luego que yo me iba (...) Fue una reducción drástica, la mitad del personal, pero logré conservar el presupuesto; entonces, los que se quedaron pudieron recibir salarios, si no gloriosos, por lo menos dignos”.
Concluida la transformación administrativa de la emisora, es por fin el momento de ocuparse de lleno de los contenidos de la pantalla de Canal Once. Luego de visitas a televisoras públicas de diferentes ciudades del mundo, Lajous –que entonces se perfilaba a su segundo período como directora general– cae en la cuenta de que lo primero era definir lo que ella denomina el estilo Canal Once:
“Decidí ubicar a Canal Once en el espectro más accesible de lo que podemos denominar cultura (...) Le metí mucha ilusión y mucho gusto: el área que se desarrolló para niños; los primeros documentales sobre naturaleza hechos por Fabricio Feduchy; entramos con lo de cocina, programas de viajes; modificamos la barra matutina dedicada a las amas de casa con Diálogos en confianza; logramos, bajo la dirección de Sergio Uzeta, un noticiario sobrio, concreto, objetivo.
“El conjunto significativo fue conformar un estilo y unir, amalgamar ese estilo también con una imagen visual de Canal Once (...) Teníamos que transformar la programación, pero también la imagen: rediseñamos el logo, todos los promocionales (...) Esos fueron grandes cambios que crearon un estilo”.
Estilo que, de cara a los desafíos que representa la llegada del nuevo milenio, la administración de Julio Di-Bella no tiene empacho en usufructuar, con la pretensión de hacer de Canal Once la referencia por antonomasia en el ámbito de los medios públicos de México y América Latina.
Orgullo... pero también frustraciónA decir de Julio Di-Bella, cinco son los grandes legados de su administración: la utilización racional y transparente de los recursos propios y autogenerados; el avance en el proyecto de convergencia digital; la consolidación de sus noticiarios como espacios plurales e incluyentes; la certificación en ISO 9000 de todos los procesos del canal, y la amplia rentabilidad social de su programación.
De estos cinco, puede que el segundo sea el que le represente mayor orgullo y satisfacción, luego de casi siete años al frente de la emisora del Politécnico:
“Me tocó impulsar el proyecto de convergencia tecnológica: entregué el canal con 80% de avance en digitalización, con nuevas estaciones repetidoras en el país –las cuales incrementaron la cobertura– y también con una renovación del control maestro de transmisión; la conversión del cerro del Chiquihuite y su instalación del transmisor, el inicio y puesta en marcha del transmisor digital y, finalmente, la reconversión de cabinas y salas de edición y post-producción”.
Son, precisamente, la posibilidad de transformar las instalaciones del Chiquihuite y el compromiso de avanzar en el proceso de convergencia digital dos de las tres razones por las que Di-Bella acepta la ratificación como director general de Canal Once de parte del presidente Felipe Calderón hacia finales de 2006. La otra: la voluntad de insistir en la creación de medios públicos, que no oficiales, consistentes y fuertes.
Paradójicamente, esa misma voluntad le llevaría a renunciar al cargo menos de un año después para, en octubre de 2007, incorporarse como secretario técnico del grupo plural del Senado para la reforma legislativa en materia de radio y televisión.
Parece una buena oportunidad de lograr un avance significativo en la batalla por consolidar la figura de los medios públicos; al final, sólo le quedaría una gran frustración:
“Mucha gente me pregunta cómo era que dejaba, estando ratificado, la dirección del canal. Estoy convencido de que la ley se requiere. Sé y asumo la parte que me corresponde a mí en la parte de si salió o no salió la ley...
“Me he quejado diez años de que no hay una (reforma a la) ley de radio y televisión. Como director de Canal Once, sin esa reforma, a mi juicio, no tenía mucho más que aportarle a la televisora; no tenía el Estado mexicano, el país, el tema en sus prioridades: ¿a qué me quedaba? (...) Mi aspiración era convertir a Canal Once en la tercera cadena de televisión –pública– del país. No lo iba a lograr mientras no hubiese reforma”.
Hacia nuestro centenarioAun cuando la corrección política les impone abstenerse de emitir opinión alguna respecto del primer año de Fernando Sariñana al frente de Canal Once, tanto Alejandra Lajous como Julio Di-Bella aceptan enumerar los que, a su juicio, se perfilan como los desafíos que la emisora del IPN deberá atender de manera prioritaria en caso de que quiera llegar a festejar otros 50 años de transmisiones.
Para Lajous, la clave está en que el canal conserve la lealtad a su vocación de servicio público; para Di-Bella, el acento está en el avance tecnológico, sin por ello dejar de considerar el mismo punto que su antecesora.
En el punto en que ambos coinciden casi hasta en los mismos términos –en vísperas del lanzamiento de la primera batería de estrenos de la administración Sariñana, hacia mediados de marzo– es en el de señalar el riesgo de ceder a la tentación de imitar a las televisoras comerciales: por esa senda, advierten, Canal Once perdería su razón de ser al grado de, inevitablemente, despeñarse al fracaso.
Hay prioridadesFernando Sariñana –dice su currículo disponible en la página Web de Canal Once– empieza a estudiar economía en la Unitec, pero finalmente obtiene la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la UAM-Xochimilco, así como una maestría en cine y televisión y un diplomado en administración de empresas, dirigido al área de entretenimiento, en la Universidad de Los Angeles, California.
Luego de su debut como director y guionista de largometrajes en 1994 con Hasta morir, de 1999 a 2005, produce y dirige cintas tan desiguales como Todo el poder, Atlético San Pancho, Ciudades oscuras –de lo más rescatable de su carrera, oficialmente seleccionada en festivales como los de Chicago, Munich, La Habana y San Sebastián–, Amarte duele, y Niñas mal, entre otras.
Es a este hombre –cineasta comercial de mediano cartel– a quien el presidente Felipe Calderón le invita a hacerse cargo de la dirección general de Canal Once durante su sexenio, cargo que asume oficialmente el 21 de enero de 2008, con un discurso de apenas 15 minutos en el que se compromete a trabajar para que la emisora del IPN siga cumpliendo su misión de “generar y transmitir contenidos que impulsen y fomenten el desarrollo humano”, a fin de llegar a ser “el medio de comunicación público más importante de México, líder en la generación y transmisión de contenidos educativos y culturales de habla hispana”.
Es a este hombre –quien una semana después de su toma de posesión reconocería carecer de programa de trabajo para su nueva encomienda (Proceso 1631/3 de febrero de 2008)– a quien etcétera busca para conocer cuáles y de qué tipo serán las producciones mediante las que buscará que Canal Once siga siendo un espacio para el debate respetuoso y la reflexión; qué estrategia seguirá para aprovechar al máximo los recursos de la emisora, que para 2009 ha recibido un presupuesto de casi de 530 millones de pesos, según información disponible en la página Web de la secretaría de Hacienda; cómo encabezará la batalla para lograr el soporte jurídico que permita la permanencia y el fortalecimiento del canal.Es a este hombre a quien Erika Zapata, directora de Enlace (¿?) de Canal Once, niega –muy probablemente por instrucciones de mandos superiores– cuando no con el argumento de que “el maestro está de viaje”, con el de que la posibilidad de que se concrete la entrevista es prácticamente nula, porque toda la atención está puesta en la organización del festejo del 50 aniversario para mediados de marzo, para luego prometer ver qué se puede hacer y, sin mayor problema, dejar que pasen los días y no volverse a comunicar.
Con gente que tiene así de claras sus prioridades, ¿tendrán los televidentes de Canal Once razones de ver-dad para celebrar un año más –el del cincuentenario– y esperar con ilusión los que están por venir?
Hacer más, ¿con menos?En prácticamente cada una de las entrevistas que concedió durante su gestión al frente de Canal Once, Julio Di-Bella se ufanó de haber impulsado una utilización de recursos “racional”; pero, sobre todo, de “hacer más con menos” a través de los recursos propios y los autogenerados. Lo curioso es que, por lo menos de 2001 a 2006, el presupuesto autorizado para la emisora del IPN... ¡registró incrementos año con año!
Año Presupuesto autorizado2001: 173 millones 409 mil 300 pesos2002: 186 millones 950 mil 600 pesos2003: 196 millones 689 mil 600 pesos2004: 222 millones 377 mil 100 pesos2005: 238 millones 466 mil 700 pesos2006: 270 millones 811 mil 500 pesos2007: 220 millones 656 mil 853 pesos
LTA(con información de Once TV Informe 2006 y www.shcp.gob.mx)
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