la catastrofe

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viernes, 12 de febrero de 2010

La incertidumbre como identidad juvenil

Gabriela Rodríguez
Ser joven en el México actual es sinónimo de incertidumbre. El gran reto de un joven o una joven de nuestro medio es vivir la inseguridad y la vulnerabilidad como sentimientos permanentes y definición esencial de su mundo interno. Estamos hablando de quienes tienen entre 12 y 29 años de edad, de la tercera parte del total de la población mexicana. Hace rato que el Estado no se ocupa de la juventud, como no sea en las campañas electorales: la mitad no estudia más allá de la secundaria, sólo una quinta parte llega a la universidad, su calidad educativa no es competitiva con los niveles académicos de otros países. Sólo una quinta parte de los hombres jóvenes y menos de 10 por ciento de las mujeres de ese grupo de edad tiene un empleo remunerado, y 15 por ciento de ellas tiene uno o dos hijos antes de llegar a los 20 años. Muchos jóvenes tienen que migrar a las ciudades metropolitanas o a Estados Unidos en búsqueda de empleo. La primera causa de muerte de jóvenes de ambos sexos son los accidentes, la segunda de los hombres son las agresiones. En el año 2003, 62 de cada 100 defunciones de hombres jóvenes, y 31 de cada 100 de mujeres jóvenes, fueron violentas.

La masacre de jóvenes que tuvo lugar hace unos días en una fiesta de cumpleaños de un vecindario de Ciudad Juárez, donde un comando acribilló a 13 estudiantes de preparatoria, es el punto extremo del ambiente violento que rodea a las juventudes del país. Se trata de la ciudad que tiene la mayor presencia militar en México, con 10 mil soldados patrullando las calles desde hace más de un año, por considerarse el “epicentro” de la guerra entre narcotraficantes mexicanos. Entre las más indignantes reacciones gubernamentales a la masacre resultó la declaración de Felipe Calderón en el sentido de que tales asesinatos se derivan de las rivalidades entre los traficantes, cuando no hay todavía evidencia inmediata para sugerir que los estudiantes muertos estuvieran involucrados con pandillas.

Pero ser joven hoy es también vivir en el ciberespacio, porque la realidad virtual es mejor que lo que ofrece el mundo tangible. En el país, casi 30 millones de internautas hace oír su voz y sustituyen la falta de interlocución con las autoridades a través de diálogos interactivos entre gente de su rodada.

Esta semana, la masacre de jóvenes en Ciudad Juárez se convirtió en el tema más popular de los abordados en Twitter México. He aquí algunos de los comentarios textuales: “Hasta donde se ha llegado y nadie hace nada, kieren convertir Ciudad Juáres en una cd fantasma, ya basta de tanta violencia, estamos hartos, de nada sirve k haya tanto federal o los dichosos sardos”. “Era en estos momento cuando deben hacer algo, lamento esto de los jóvenes y que en verdad los papás están sufriendo mucho; ahora resulta que eran pandilleros, en verdad que poco criterio de la gente, Cabañas es un santo ¿o qué? Pobre no, pero los jóvenes, además esos sí son pandilleros”. “Creo que ya no hay vida, en este país se perdió todo, duele ver cómo nos destruyen todo: ¡pena de muerte a los asesinos!” “Si los jóvenes hubiesen sido hijos de algún politiquillo flojo de esos que nada más se sientan en su silla para dormir y pelear, ya hubieran buscado a los responsables hasta debajo de las piedras. Pero el pueblo, como siempre, se tiene que joder esperando que se cumplan esas promesas que duran solo durante las campañas políticas ¡ya basta de tanta delincuencia! somos tantas las personas buenas que quedamos en este país que podríamos reunirnos para formar un lugar en donde se pueda salir sin miedo a las calles”. “¿Donde están ahora los dos retadores de este momento? La gente asesina a inocentes, parece que le tienen miedo al presidente y al secretario de gobernación ¡Búsquenlos a ellos, no a los jóvenes inocentes!”. “Para Calderón no tiene valor la vida de sus compatriotas, en nuestro país Don Dinero es el que manda, Televisa y Televisión Azteca presionaron para investigar el atentado contra su gente, su futbolista, en cambio a estos jóvenes nadie presiona por ellos”. “A ese futbolista le dieron un balazo por andar en la peda y hacerle al bravucón con un cabrón más cabrón que él”. “La gente es increíble, les matan a sus hijos y vuelven a votar para que las mismas familias criminales continúen en el poder”. “La neta no existe justicia terrenal, hemos pasado por muchas cosas horribles y no se ven las soluciones”.
Pero mientras los jóvenes mueren y se quejan de la violencia, al actual procurador general de la República le parece prioritario presentar una demanda de inconstitucionalidad a la reforma legal que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo: no vaya a ser que los niños huérfanos reciban amor, educación y sostén de un par de señores o de señoras. Se trata de Arturo Chávez Chávez, quien fue procurador general de Justicia de Chihuahua de 1996 a 1998, periodo de auge del feminicidio en Ciudad Juárez, quien cuestionó la honorabilidad de las víctimas, con comentarios sexistas y misóginos, refiriéndose a la “doble vida” que llevaban o la ropa “provocadora” que usaban las mujeres, culpabilizando a las niñas y mujeres asesinadas de los crímenes denunciados.

Porque los políticos mexicanos se han olvidado de la ética que define al Estado moderno, de la justicia y de la solidaridad que garantice las libertades y los derechos humanos para todos, porque el lenguaje jurídico se ha convertido en un discurso irreflexivo. De nada sirven las leyes ni los derechos humanos si no expresan la identidad de los individuos y de los colectivos, si las instituciones lejos de formalizar y asegurar la adhesión a las normas sólo pretende con ellas justificar buenas razones. Aunque se eleven leyes a rango constitucional, si lo que prevalece es la impunidad y no hay un componente empírico de su cumplimiento, se trata de instrumentos abstractos que solapan la delincuencia y la ingobernabilidad. Más fuerza ciudadana que las medidas jurídicas podría tener hoy el Twitter o el espacio cibernético, donde las voces son directa expresión de la identidad y de la interlocución ciudadana.

gabriela.afluentes@gmail.com

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